sábado, 23 de febrero de 2008

LA MANIFESTACIÓN

Siendo joven, el Maestro, que era un activista político, organizó una manifestación contra el gobierno a la que, dejando hogares y trabajo, se unieron miles de personas.
Sin embargo, apenas iniciada la manifestación, el Maestro decidió cancelarla. Sus seguidores, entonces, le dijeron:
- ¡No puedes hacernos esto! ¡Preparar esta manifestación ha llevado meses y ha exigido un precio muy alto a muchas personas… que ahora te van a acusar de incoherente!
El Maestro, impertérrito, se limitó a decir:
- Mi compromiso no es con la coherencia, sino con la verdad.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Cada cierto tiempo, la coherencia que, como no puede ser de otro modo, casi siempre conduce a la intolerancia, se convierte en una cuestión meramente ideológica en tanto que la verdad continúa siendo apolítica, pues no puede ser de otra manera porque no se mueve en el terreno de lo posible sino que pertenece al mundo de lo real. Con tan poco margen de acción, la experiencia, en este caso la propia, enseña que uno tiene suficientes motivos para creer que no es lo mismo sino que es mejor dar sin que se note, y no por falsa modestia, pero que, si toca recibir, al menos se ha de procurar que no te echen el aliento en el cogote. Mi compromiso, por tanto, con la cabeza y con el corazón, con todas mis fuerzas y todo mi ser, o sea, con el culo también, no es con las ideas, que pueden ser equivocadas, sino con las personas que no son recontadas.

2 comentarios:

edu dijo...

Ser coherente es una virtud muy apreciada en este país de hooligans. Por eso, rectificar (si hay que hacerlo) se ve como debilidad del que lo hace, en vez de como un acto de sabiduria.

Anónimo dijo...

No se me había ocurrido pensar que la coherencia pudiera llevar a la intolerancia. Lo que sí puedo decir es que la experiencia me ha permitido descubrir que las cosas no son siempre como uno las ve y las personas aún menos. Y también que pueden cambiar. el caso es que, sea o no sean, cambien o no cambien, yo también me quedo con las personas. ângelo