domingo, 24 de octubre de 2010

LA RESPUESTA CORRECTA

En cierta ocasión, el Maestro puso en evidencia a sus discípulos sirviéndose de la siguiente estratagema:
Entregó a cada uno una hoja de papel y les pidió que hicieran constar en ella la longitud exacta de la sala en la que se encontraban.
Casi todos ellos escribieron cifras en torno a los cinco metros. Dos o tres añadieron además la palabra «aproximadamente».
El Maestro les dijo:
- Ninguno ha dado la respuesta correcta.
- ¿Y cuál es la respuesta correcta?, le preguntaron.
- La respuesta correcta, dijo el Maestro, es: no lo sé.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Aunque dice la sabiduría popular que el que tiene boca se equivoca, muchas veces sería preferible mantener la boca cerrada, por si las moscas. El sistema democrático se nos presenta como un conjunto de creencias que consagran la ignorancia como valor y, en su inútil pretensión de igualarlo todo, convierte por decreto ley a sus envalentonados e incautos adeptos en una rancia y sumisa grey. Por eso, no conviene confundir la posibilidad que todo el mundo tiene de aprender de los errores cometidos con la necesidad de expresar una opinión que no pasa de ser una mera ocurrencia y que, en la mayoría de los casos, se traduce en un insulto a una más que maltrecha inteligencia. Además, con el paso del tiempo, una se da cuenta de que no siempre el mejor beso es el que aún no se ha dado ni la última palabra es la que queda por decir. No obstante, y sólo por si acaso, ahí va la mía: puta vida.