lunes, 31 de diciembre de 2007

DÓNDE ESTÁN LAS LLAVES

Alguien vio a Nasrudín buscando algo en el suelo.
- ¿Qué has perdido, Mulá?, le preguntó.
- Mis llaves, dijo el Mulá.
Y fue así que ambos se arrodillaron para buscarlas. Después de un rato, el otro hombre preguntó:
- ¿Dónde se te cayeron, exactamente?
- En mi casa.
- Entonces, ¿por qué las buscas aquí?
- Porque hay más luz aquí que dentro de mi casa.

(“Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudín” Idries Shah)

Algunas personas se pasan la vida buscando la manera de que funcionen las cosas pues ignoran que lo importante no es dónde se mira sino si se encuentra. Es la claridad de la luz lo que no les deja ver que están equivocados. La noche no es buena ni vieja: es oscura y, por ello, puede serlo todo e inspirar pensamientos que suenan confusos pero llenan de esperanza el comienzo de un nuevo año, como ese que reza: «No puedes creer en Dios y ser virgen». ¡Feliz 2008! Que rima con…

jueves, 27 de diciembre de 2007

CALENTÓN INTERCONFESIONAL

Dos encofradores católicos estaban trabajando justamente delante de un burdel cuando, de pronto, vieron cómo un rabino se deslizaba furtivamente en la casa.
- ¿Qué vas a esperar de un rabino?, se dijeron el uno al otro.
Al cabo de un rato, entró un pastor protestante. Ellos no se sorprendieron:
- ¿Qué vas a esperar…?
Entonces apareció el párroco católico que, cubriéndose el rostro con una capa, se introdujo también en el edificio.
- Es terrible, ¿no crees? Una de las chicas debe estar muy enferma.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Nos cuesta poco justificar, exculpar e indultar los tropiezos de los que pertenecen a nuestro círculo y nos resulta aún más fácil, si cabe, interpretar, juzgar y condenar los escándalos de aquéllos que hemos decidido situar frente a nosotros. Con frecuencia, confundimos la libertad de expresión con el derecho a la opinión y olvidamos que, como el culo, cada uno tenemos la nuestra. Hay que ser solidario y comprensivo con la raza humana, sobre todo, en estas fechas, porque el problema no está en ellas sino en sus hijos. ¡Natalidad sí, pero no así!

lunes, 24 de diciembre de 2007

FELIZ NAVIDAD

- ¿No vas a desearnos una feliz Navidad?
El Maestro echó un vistazo al calendario, vio que era martes y dijo:
- Prefiero desearos un feliz martes.
Aquello ofendió a los cristianos que había en el monasterio, hasta que el Maestro se explicó:
- Son millones los que van a disfrutar, no el día de hoy, sino la Navidad; por eso su gozo es efímero. Pero, para aquellos que han aprendido a disfrutar el hoy, todos los días son Navidad.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

¡Cuánto tiempo y esfuerzo dedicamos a preparar lo que está por venir, y cuántas ocasiones dejamos escapar anticipando como preocupaciones los acontecimientos antes de que sucedan! Por eso, cuando llegan nos encontramos ya cansados o, lo que es peor, preocupados por lo siguiente que nos toca vivir. Si no puedes cambiar algo, tal vez sea porque no es a ti a quien le corresponde hacerlo. Es mejor ahora que después porque el después algún día se transformará en ahora. ¡Relájate y disfruta!

miércoles, 12 de diciembre de 2007

EL AGUA

Mi abuelo era bastante borrachín. Lo que más le gustaba era beber anís turco.
Bebía anís y le añadía agua, para rebajarlo, pero se emborrachaba igual.
Entonces bebía whisky con agua y se emborrachaba.
Y bebía vino con agua y se emborrachaba.
Hasta que un día decidió curarse…
y dejó… ¡el agua!

(“Déjame que te cuente” Jorge Bucay)

Cuando pensamos que todo está ya determinado, nos volvemos derrotistas y atribuimos lo que nos ocurre a la casualidad, lo cual nos lleva a no responsabilizarnos de nuestras acciones. Por el contrario, si creemos que somos capaces de cambiar las cosas y que todo sucede no por azar sino en base a maravillosas coincidencias, tendemos a ver la vida de forma positiva y nos hacemos más responsables. Por eso, ¡cuánto más reducimos la posibilidad de equivocarnos más eliminamos la probabilidad de aprender!

EL PORTERO DEL PROSTÍBULO

No había en aquel pueblo un oficio peor visto y peor pagado que el de portero del prostíbulo… Pero, ¿qué otra cosa podía hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre había sido portero de ese prostíbulo antes que él, y antes que él, el padre de su padre. Durante décadas, el prostíbulo había pasado de padres a hijos y la portería también.
Un día, el viejo propietario murió y un joven con inquietudes, creativo y emprendedor, se hizo cargo del prostíbulo. El joven decidió modernizar el negocio. Modificó las habitaciones y después citó al personal para darles nuevas instrucciones. Al portero le dijo: «A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, me va a preparar un informe semanal. Allí anotará la cantidad de parejas que entra cada día. A una de cada cinco le preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará ese informe con los comentarios que usted crea convenientes».
El hombre tembló. Nunca le había faltado predisposición para trabajar pero…
- Me encantaría satisfacerle, señor – balbuceó, pero yo… no sé leer ni escribir.
- ¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar a que usted aprenda a escribir, por lo tanto…
- Pero, señor, usted no me puede despedir. He trabajado en esto toda mi vida, al igual que mi padre y mi abuelo…
No lo dejó terminar.
- Mire, yo lo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le daremos una indemnización, es decir, una cantidad de dinero para que pueda subsistir hasta que encuentre otro trabajo. Así que lo siento. Que tenga suerte.
Y, sin más, dio media vuelta y se fue.
El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a su casa, desocupado por primera vez en su vida. ¿Qué podía hacer? Recordó que a veces, en el prostíbulo, cuando se rompía una cama o se estropeaba la pata de un armario, se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisional con un martillo y unos clavos. Pensó que esta podía ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo. Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, y sólo encontró unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Tenía que comprar una caja de herramientas completa y, para eso, usaría una parte del dinero que había recibido.
En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había ninguna ferretería, y que tendría que viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. ¿Qué más da?, pensó. Y emprendió la marcha.
A su regreso, llevaba una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa; era su vecino.
- Venía a preguntarle si no tendría un martillo que prestarme.
- Sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar… Como me he quedado sin empleo…
- Bueno, pero yo se lo devolvería mañana muy temprano.
- Está bien.
A la mañana siguiente, tal como había prometido, el vecino llamó a su puerta.
- Mire, todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
- No, yo lo necesito para trabajar y, además, la ferretería está a dos días de mula.
- Hagamos un trato – dijo el vecino. Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo. Total, usted está sin trabajo. ¿Qué le parece?
Realmente, esto le daba trabajo durante cuatro días… y aceptó.
A su regreso, otro vecino le esperaba en la puerta de su casa.
- Hola, vecino. Yo necesito unas herramientas. Estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje y una pequeña ganancia por cada una de ellas. No todos disponemos de cuatro días para hacer nuestras compras.
El exportero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
En el siguiente viaje decidió que arriesgaría algo del dinero de la indemnización trayendo más herramientas de las que había vendido. De paso, podría ahorrar tiempo en viajes. Empezó a correrse la voz por el pueblo y muchos vecinos decidieron dejar de viajar para hacer sus compras. Una vez por semana, el ahora vendedor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Pronto se dio cuenta de que si encontraba un lugar donde almacenar las herramientas, podía ahorrar más viajes y ganar más dinero. Así que alquiló un local.
Unas semanas más tarde añadió un escaparate de manera que el local se transformó en la primera ferretería del pueblo. Ya no tenía que viajar porque la ferretería del pueblo vecino le enviaba sus pedidos: era un buen cliente. Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más alejados prefirieron comprar en su ferretería y ahorrar dos días de viaje.
Un día, se le ocurrió que su amigo, el tornero, podía fabricar para él las cabezas de los martillos. Y después… ¿por qué no? También las tenazas, las pinzas y los cinceles. Después vinieron los clavos y los tornillos… En diez años aquel hombre se convirtió en un millonario fabricante de herramientas, a base de honestidad y trabajo. Y acabó siendo el empresario más poderoso de la región.
Un día, con motivo del inicio del año escolar, decidió donar a su pueblo una escuela donde, además de leer y escribir, se enseñarían las artes y los oficios más prácticos de la época. El intendente y el alcalde organizaron una fiesta de inauguración de la escuela y una cena de homenaje para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves del pueblo y el intendente le pidió que les concediera el honor de poner su firma en la primera página del libro de actas de la escuela.
- El honor sería para mí – dijo el hombre, pero no sé leer ni escribir.
- ¿Usted no sabe leer ni escribir y ha construido un imperio industrial? Estoy asombrado. Me pregunto qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir.
- Yo se lo puedo contestar – respondió el hombre con calma. Si hubiera sabido leer y escribir… ¡sería el portero del prostíbulo!

(“Déjame que te cuente” Jorge Bucay)

¿Qué culpa tiene el vaso de que haya personas que quieran verlo medio lleno y otras que suelan verlo medio vacío? No ocurre lo mismo con la puerta. Ésta puede y conviene que esté siempre entreabierta a todo un mundo de posibilidades que ofrece la Vida, sabiendo que no faltarán quienes, por envidia o por ignorancia, traten de cerrarla. ¡Es preferible coger un catarro de vez en cuando que vivir asfixiado!