jueves, 30 de agosto de 2012

TENER UN HIJO

El verano pasado mi hijo cumplió cuatro años y, al soplar las velas, mi mujer y yo le dijimos:
- Cariño, pide un deseo. A ver, ¿qué has pedido?
Y el niño, mirándonos todo ilusionado, contestó:
- Una playstation o un hermanito.
Mi mujer y yo nos miramos, y dijimos:
- ¡Joder!, la playstation son ochenta mil.
Así que fuimos a por la parejita. Si lo llego a saber, va ella sola. Hay que ver lo rápido que se queda embarazada una novia, y lo que cuesta dejar embarazada a tu mujer…
¡Es verdad! Tú llevas un mes saliendo con una chica, estás parado, les caes mal a sus padres, no te quitas el condón ni para ducharte… y la dejas embarazada a la primera.
Ahora, como vayáis a por el niño… Es más fácil sacarla de España de tanto empujar, que dejarla embarazada. Eso sí, os ponéis los dos muy melosos: velitas, incienso, música de ambiente…, porque piensas:
- “Vamos a hacerlo con mucho cariño para que sea fruto del amor”.
Pero después de seis meses sin que se quede embarazada, dices:
- “A ver si va a ser mejor que sea fruto de un polvo”.
Sí, porque pasa como en el fútbol. Jugar bonito le gusta a todo el mundo, pero lo que cuenta es meter gol.
Así que vais a consultar al ginecólogo, y el tío te dice:
- Esto es normal. Tenéis que insistir más.
Total, que te receta los polvos como si fueran Frenadol.
- Tres al día cada ocho horas.
Y cuando llevas dos meses a ese ritmo, te quieres morir. Lo peor es la semana de la ovulación porque, por lo visto en esos días sube la temperatura, y eso aumenta la fertilidad.
Así que mi mujer está todo el día con el termómetro. Y claro, de repente, estás en medio de una reunión y suena el teléfono:
- Cariño, me ha subido. Vente corriendo. Tiene que ser ahora mismo.
Y a ver cómo se lo explicas a tu jefe:
- Mire, me tengo que ir porque a mi mujer le ha subido la temperatura.
- ¿Y no puede atenderla un médico?
- Hombre, preferiría que el niño fuera mío.
Llegas a casa y te la encuentras ya desnuda y preparada, que dices:
- ¡Jo, yo así no puedo! Esto es como comer pipas peladas.
Y es que ella no piensa en otra cosa. ¡Coño, que parece un tío!
Yo me siento como una máquina. Vamos que, cuando terminamos, me dan ganas de decirle:
- ¡Su espermatozoide, gracias!
Y, encima, todo el mundo te da consejos:
- “Hacedlo en la postura del misionero, con la luna llena; que ella se ponga un cojín debajo y después de hacerlo se pegue media hora tumbada con los pies en alto”.
¡Joder! Es la primera vez que soy yo el que tiene que decirle a ella:
- ¡Aguanta, aguanta un poco más!
Al final, cuando vimos que no había forma, volvimos al médico, y va y me dice:
- Bueno, pues lo mejor va a ser que se haga un análisis de semen, porque puede que tenga usted pocos espermatozoides.
Y tú piensas:
- “Seis meses a seis polvos diarios… ¡Lo que me extraña es que me quede alguno!”.
Y el médico:
- Aunque también podría tratarse de astenospermia, o sea, lo que se conoce como espermatozoides vagos.
Y mi mujer:
- ¡Pues va a ser eso! Porque se pasa el día tocándose los huevos.
Y el otro:
- Usted no se preocupe, que si es eso, podemos extraerlos e implantarlos en el óvulo.
¡Sí hombre! Una cosa es que sean vagos, y otra ponerles taxi para recorrer doce centímetros.
Y el médico:
- Es que esto es muy difícil. Tenga en cuenta que de millones de espermatozoides sólo puede ganar uno.
¡Mira, como en Gran Hermano! El caso es que tienes que hacerte el análisis. Te meten en una habitación con un vasito y un montón de revistas porno, y te sientas allí a ver si se anima. Pero estás mirando un montón de fotos de tías en pelotas y lo único que piensas es:
- “Fíjate ésta… con las caderas tan estrechas va a tener problemas en el parto. Y esta otra… con toda la silicona que se ha metido, ¡a ver cómo amamanta al niño!”.
Y además, mi mujer pregunta desde fuera:
- ¿Has terminado ya? ¡En casa no aguantas tanto!
Al final, con más voluntad que otra cosa, consigues llenar el vasito. Pero luego te pasas toda la semana jodido mientras esperas los resultados. Y lo peor de todo es que empiezas a dudar de que el niño que ya tienes sea tuyo. Miras al niño y piensas:
- “De acuerdo. Es clavado a mí pero yo tengo una cara muy corriente”.
Y te acuerdas de la insistencia de tu mujer en ponerle Alejandro. ¿Qué pasa, que Santi no es bonito? Y ya para colmo, es cuando llega tu suegra y le dice:
- ¡Qué niño tan listo! ¿A quién habrá salido?
Que ahí ya dices:
- ¡Coño, es verdad! A ver si tampoco va a ser de mi mujer.
De pronto, reaccionas:
¡Joder, me estoy emparanoiando! ¡Es mío!
Hay que tener en cuenta que, en aquel tiempo, dejarla embarazada era más fácil: yo estaba en paro, mis suegros me odiaban y me ponía condón. ¡Lo teníamos todo a favor!
Al final, nos dieron los resultados y no me pasa nada. Lo que tengo es estrés.
Así que le he comprado la play al niño, para ver si jugando me relajo un poco.

(“Extraído del Libro de la puta vida”)

A poco que nos fijemos, resulta controvertido observar que el tiempo nos cunde menos cuando creemos que más podemos, que cada vez es más lo que ignoramos por más que nos empeñemos en estar bien informados, o que nos volvemos más desafectados cuanto mayor es el número de sensaciones experimentado. Y eso nos lleva a estar constantemente ensayando nuevos personajes y cambiando de chaqueta que no de traje, lo cual, en lugar de dejarnos satisfechos, nos seduce primero hacia el desencanto y, más pronto que tarde, nos sumerge en la indiferencia. No se trata de reivindicar un antes en el que supuestamente se vivía mejor, entre otras razones, porque no es cierto mas que en el anhelo de aquéllos que no tienen cojones para enfrentarse a un ahora que les desborda y les hace tener visiones. Lo que pasa es que nos quedamos apollardaos ante el escaparate de todo lo que podemos elegir y olvidamos que lo principal es saber hacerlo, pues nadie puede querer recuperar algo que no siente que ha perdido y ningún tonto se ha quejado nunca de serlo. Así que no les debe ir tan mal.

martes, 1 de mayo de 2012

LA JUERGA

Una noche, dos amigas salieron de juerga solas, o sea, sin sus maridos. Y al regresar de madrugada, agotadas por la borrachera, les entraron ganas de hacer pis, pero lo único que había cerca era un cementerio. Sin pensárselo dos veces, decidieron entrar y hacerlo allí. Al no encontrar con que secarse, la primera usó su ropa interior y la tiró. La segunda agarró la cinta de una corona de flores del último funeral y se limpió con ella.
A la mañana siguiente, los dos maridos se encuentran y uno le dice al otro:
- ¡Esto es el colmo! Mi mujer llegó anoche a casa sin bragas a las cuatro de la mañana.
A lo que el otro contestó:
- ¡No sé de qué te quejas!. Tu mujer tan sólo llegó sin bragas. La mía vino con una tarjeta en el culo en la que se leía: “Nunca te olvidaremos. Con cariño, tus compañeros de trabajo”.

(“Extraído del Libro de la puta vida”)

A pesar de los muchos avances experimentados por este mundo nuestro tan cambiante, hay algún que otro interrogante al que ni la ciencia ni la historia han dado hasta ahora una respuesta satisfactoria. A saber: ¿por qué no hay fútbol los viernes? La conclusión a la que he llegado en este punto, después de calentarme un poco la olla, es que, de no ser así este asunto, ¿cuándo se folla?. Pero hay una segunda cuestión que tiene más difícil solución: ¿por qué la mayoría de las mujeres cuando quieren ser madres se empecinan con casarse si para esos afanes ya no es socialmente necesario emparejarse?. No hace falta leer sino que basta con abrir los ojos para ver que las relaciones de pareja son asimétricas esencialmente y, por tanto, nada rentables afectiva y económicamente pues la diferencia entre lo que se invierte y lo que reportan, siempre arroja un saldo negativo irremediablemente. En consecuencia, están abocadas al fracaso, a modo de conformidad en un nivel funcional, si es el caso, y bajo la forma de ruptura desde una óptica estructural ya que, como se suele decir, hay matrimonios que acaban bien pero otros duran toda la vida y, aunque unos se casen por lo civil y otros por la iglesia, todos lo hacen por idiotas. Así que, y sólo para esta ocasión, aquí va mi recomendación: cuando no te entre…, no lo obligues, coge un martillo más grande y verás como lo consigues.

jueves, 19 de abril de 2012

LA CARTA

«No quiero que se culpe a nadie de mi muerte. Me quito la vida porque un día más que viviese sería un martirio. Me explico:
Tuve la desgracia de casarme con una viuda que resultó que tenía una hija. De haberlo sabido, nunca me hubiera casado con ella.
Para mi desgracia, mi padre que era viudo, se enamoró y se casó con la hija de mi mujer, de manera que mi mujer se convirtió en suegra de su suegro. Mi hijastra era, entonces, mi madrastra y mi padre al mismo tiempo, ¡era mi yerno!
Al poco tiempo, mi madrastra trajo al mundo una niña que era mi hermana, y a la vez era nieta de mi mujer, de modo que yo era abuelo de mi hermana.
Después, mi mujer dio a luz a un niño que era hermano de mi madrastra, cuñado de mi padre, nieto de su hermana y ¡mi tío!.
Por tanto, mi mujer era la nuera de su hija, yo era el padrastro de mi madrastra, mi hijo es mi bisnieto y el tío de su tía, y mi padre y su mujer son mis hijastros. Y para colmo, ¡yo soy mi propio abuelo!
Así que, me despido de este mundo porque ya no sé quién coño soy».

 (“Extraído del Libro de la puta vida”)

Quiero recordar haber leído en algún lugar que para el hombre aceptar es dar mientras que para la mujer dar es recibir, y eso ahora me da pié para reflexionar en alto y más o menos claro acerca de lo complejas que pueden resultar las relaciones anejas. Me explico: en el plano estructural, las dificultades se derivan para empezar de que las personas tienen una naturaleza relacional y, a nivel funcional, son los propios protagonistas los que haciéndose trampas al solitario se encuentran con consecuencias no previstas. Y se le suele añadir un componente externo de terceros y circunstancias que con sus bulos e irrelevancias enrarecen más si cabe el tema y no paran de dar por culo. Así que, según está el panorama ya no me estiro ni en la cama y, como para deprimirme me basto sola, tal vez sea lo más conveniente suicidarse afectivamente, no sea que se me vaya la bola y me eche algún chucho de derechas y «catola», que se funda mis ahorros y me llene la caseta de cachorros. Vamos, que da más cuenta ceder el paso a un perro que dejarse morder.

lunes, 26 de marzo de 2012

EL FONTANERO

- Cariño, ¿has visto que se sale el agua por debajo del fregadero?
- Ah si,… pues llama a un fontanero.
- ¿Y sabes que algunos hombres arreglan ese tipo de cosas en su propia casa?
- Ya. Y también hay mujeres que la chupan.

 (“Extraído del Libro de la puta vida”)

Hace ya algún tiempo escuché, aunque entonces no lo entendí, que lo mejor de tener una pareja es que se la pueda echar de menos. A saber, al empatizar con los otros, nos podemos meter en su piel y asumir sus puntos de vista sin renunciar al propio; pero cuanto más se intima o, como dice una amiga con más intención que intuición, cuando se «progresa», cabe el peligro de que se te nuble la mirada, de ser amaestrada e incluso quedarte anulada. Por eso, es conveniente siempre reservarse una parcela desde la cual nos podamos resetear para volver a embarcarnos en nuevas experiencias que disfrutar. Así es que, y más aún viendo como están de deslucidas casi todas mis conocidas, considero que es preferible mientras estés apetecible el no tener que dar cuentas de nada y hacer lo que te venga en gana, que resignarte, a expensas de quedarte embarazada, a que una vez a la semana te dejen mal follada.