jueves, 19 de abril de 2012

LA CARTA

«No quiero que se culpe a nadie de mi muerte. Me quito la vida porque un día más que viviese sería un martirio. Me explico:
Tuve la desgracia de casarme con una viuda que resultó que tenía una hija. De haberlo sabido, nunca me hubiera casado con ella.
Para mi desgracia, mi padre que era viudo, se enamoró y se casó con la hija de mi mujer, de manera que mi mujer se convirtió en suegra de su suegro. Mi hijastra era, entonces, mi madrastra y mi padre al mismo tiempo, ¡era mi yerno!
Al poco tiempo, mi madrastra trajo al mundo una niña que era mi hermana, y a la vez era nieta de mi mujer, de modo que yo era abuelo de mi hermana.
Después, mi mujer dio a luz a un niño que era hermano de mi madrastra, cuñado de mi padre, nieto de su hermana y ¡mi tío!.
Por tanto, mi mujer era la nuera de su hija, yo era el padrastro de mi madrastra, mi hijo es mi bisnieto y el tío de su tía, y mi padre y su mujer son mis hijastros. Y para colmo, ¡yo soy mi propio abuelo!
Así que, me despido de este mundo porque ya no sé quién coño soy».

 (“Extraído del Libro de la puta vida”)

Quiero recordar haber leído en algún lugar que para el hombre aceptar es dar mientras que para la mujer dar es recibir, y eso ahora me da pié para reflexionar en alto y más o menos claro acerca de lo complejas que pueden resultar las relaciones anejas. Me explico: en el plano estructural, las dificultades se derivan para empezar de que las personas tienen una naturaleza relacional y, a nivel funcional, son los propios protagonistas los que haciéndose trampas al solitario se encuentran con consecuencias no previstas. Y se le suele añadir un componente externo de terceros y circunstancias que con sus bulos e irrelevancias enrarecen más si cabe el tema y no paran de dar por culo. Así que, según está el panorama ya no me estiro ni en la cama y, como para deprimirme me basto sola, tal vez sea lo más conveniente suicidarse afectivamente, no sea que se me vaya la bola y me eche algún chucho de derechas y «catola», que se funda mis ahorros y me llene la caseta de cachorros. Vamos, que da más cuenta ceder el paso a un perro que dejarse morder.