domingo, 27 de enero de 2008

LA SUEGRA

- ¿Cómo están tus hijos? preguntó el Maestro a una madre, amiga suya.
- ¿Mi hija?, contestó la mujer. ¡No sabes la suerte que ha tenido! Se casó con un hombre maravilloso que le ha regalado un coche, le compra todas las joyas que quiere y le ha dado un montón de sirvientes. Incluso le lleva el desayuno a la cama y la permite levantarse a la hora que quiera. ¡Un verdadero encanto de hombre!.
- Pero mi hijo, prosiguió, ese es otro cantar. ¡Menuda lagarta le ha caído en suerte…! El pobre le ha regalado un coche, la ha cubierto de joyas y ha puesto a su servicio no sé cuántos criados. ¡Y ella se queda en la cama hasta el mediodía!. ¡Ni siquiera se levanta para prepararle el desayuno…!

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

¿Por qué nos encontramos con tanta frecuencia que apenas hay coincidencia entre lo que realmente sucede y aquello que percibimos en apariencia? Tal vez porque aún no hemos aprendido a mirar la realidad sin interpretarla. Y ¿cómo nos brota tan fácilmente ese ramalazo adolescente que nos lleva a dictar sentencia alegremente sin habernos interesado por conocer las cosas mínimamente? Quizá porque nos cuesta horrores acercarnos a los demás sin intentar manipularles. Por eso, cuando veamos que el afecto distorsiona nuestra percepción puede que debamos purificar nuestra intención.

viernes, 18 de enero de 2008

EL GARRULO

Cierto día apareció en la plaza de un pequeño y desconocido pueblo un lujoso coche del que descendió una famosa y exuberante modelo, preguntando por el tipo más garrulo del lugar.
- Quién es, dijo la mujer, dirigiéndose a unos mozos que se encontraban allí perplejos, sin dar crédito a lo que sus ojos estaban contemplando y sus oídos acababan de oír.
- Sin duda, está buscando al Macario, comentó, al fin, uno de ellos. Voy enseguida a avisarle.
Cuando el hombre llegó a la plaza, la mujer le invitó a subir al coche y juntos salieron del pueblo ante la atónita mirada de los que se habían congregado.
Pero, apenas había transcurrido una media hora, el coche de la modelo volvió a entrar en el pueblo y de él solamente bajó el Macario, con cara de satisfacción y convencido de que había sido tocado por la varita de la suerte.
- Cuéntanos. ¿Dónde has ido? ¿qué ha pasado?, le interrogaban uno tras otro con insistencia.
- Pues nada, contestó él. Me llevó hasta la era que hay al otro lado del puente y, una vez allí, se quitó toda la ropa y me dijo que tomara lo que quisiera. Así que me he montado en el coche y aquí estoy.
Y el alcalde del pueblo, como corroborando lo acertado de su decisión, añadió:
- Claro, y para que te ibas a traer la ropa, si tú no tienes hermanas.

(Adaptación de un relato extraído del Libro de la Vida)

En muchas ocasiones y de distintos modos nos encontramos con gente que se comporta de una manera un tanto sorprendente por lo que tiene para nosotros de inesperada. Nos sentimos decepcionados cuando vemos que alguien no está a la altura de nuestras pretensiones. Pero lo que realmente nos duele no es la conducta del otro sino nuestro orgullo, al caer en la cuenta de que nos habíamos formado una idea equivocada pues habíamos generado unas expectativas basadas en nuestros deseos, al margen de la verdadera voluntad de la otra persona. ¿Por qué nos empeñamos en cargar sobre los demás la responsabilidad de nuestra propia felicidad? Hay que echarle huevos por si acaso la técnica nos falla.

domingo, 13 de enero de 2008

LA ESPOSA DEL CIEGO

En un pueblo vivía un señor que tenía una rara enfermedad en los ojos. El hombre había estado ciego durante los últimos treinta años de su vida.
Un día llegó al pueblo un famoso médico al que fueron a consultar su caso. El doctor aseguró que operando al hombre podía devolverle la vista.
Pero la esposa del ciego se opuso porque se sentía vieja y fea.

(“Déjame que te cuente” Jorge Bucay)

El amor, como el resto de las relaciones humanas, se basa en la necesidad que nos empuja a acercarnos a los otros y, en la medida en que les conocemos mejor, hace que sintamos una mayor predilección por ellos de manera que terminamos amándoles porque les necesitamos para poder querernos a nosotros mismos. Cabe preguntarse, por tanto, si amamos a los demás o solamente nos enamoramos de la idea que tenemos de ellos. Tal vez sea esa la razón por la cual se dice que el amor es ciego y tiene fecha de caducidad. Mas, si el cariño también se acaba ¿qué nos queda? La necesidad, o sea, las ganas y… otra vez que no. Con todo, siempre será más económico, afectivamente hablando, cambiar de idea que de pareja.

lunes, 7 de enero de 2008

EL MAGNETÓFONO

Cada noche, antes de dormirse, la hija pequeña le pedía a su padre que le leyera un cuento de los muchos que contenía un libro que le habían regalado.
Un día, al padre se le ocurrió la idea de grabar los cuentos en una cinta magnetofónica. La niña no tardó en aprender a manejar el magnetófono, y todo resultó estupendamente durante unos cuantos días, hasta que una noche la niña puso el libro en manos de su padre y le pidió que le leyera un cuento.
- Pero tesoro, dijo el padre, ahora ya sabes cómo se maneja el magnetófono…
- Sí, respondió ella, pero no puedo sentarme en sus rodillas.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Basta con dejarse querer para que haya una persona, al menos, que nos quiera, aunque no nos lo diga. Pero para que realmente nos sintamos queridos, es preciso, además, que quieran querernos y no tengamos que estar mendigando el cariño. La experiencia, por supuesto siempre de otros, nos enseña que la fe en dar con alguien que nos quiera y la esperanza de encontrar a quien querer se pasan, más antes que después, pero el amor permanece porque, como ya se sabe, es lo que queda cuando el sexo se ha terminado, o no. Pero, claro, no puedo hablar por mí porque me lo han contado…