domingo, 10 de febrero de 2008

LA INVITADA INCÓMODA

Una señora fue a pasar una semana a casa de su hija… y se quedó un mes. Finalmente, la joven pareja urdió un plan para librarse de ella.
- Esta noche, cuando yo sirva la sopa, dijo la mujer al marido, nos ponemos a discutir: tú dices que está muy salada y yo digo que está sosa. Si mi madre te da la razón a ti, yo me pongo furiosa y la echo de casa; si me la da a mí, montas el número y la echas tú.
Se sirvió la sopa, se armó la marimorena y la mujer le dijo a su madre:
- ¿A ti qué te parece, mamá: la sopa está sosa o salada?
La señora hundió su cuchara en la sopa, se la llevó a los labios, la probó cuidadosamente, hizo una pausa y dijo:
- A mí me gusta.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

En algunos aspectos de lo que llamamos vida la perspectiva diletante de la abstención puede resultar menos equivocada que el hecho de tomar partido por una determinada opción, pues la distancia tanto ideológica como afectiva nos permite tener una visión más crítica y menos convenida de la realidad. Por eso, frente a todos aquellos de ambos bandos que, desde una postura muy poco democrática, nos niegan la libertad de no hacer efectivas nuestras posibilidades, prefiero una sociedad en la cual los deberes de unos emanen de los derechos de los otros, un mundo donde casi nada tenga que ser obligatorio y, mucho menos, el ser inteligentes.

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