miércoles, 3 de febrero de 2010

LA FOTO

Un soldado destinado en Irak recibió una carta de su novia desde España. La carta decía lo siguiente:

- «Querido Luis:

Ya no puedo continuar con esta relación. La distancia que nos separa es demasiado grande. Tengo que admitir que te he sido infiel dos veces desde que te fuiste y creo que ni tú ni yo nos merecemos esto. Lo siento. Y, por favor, devuélveme la foto que te envié. Con cariño, María».

El soldado, muy dolido, les pidió a todos sus compañeros que le dejaran fotos de sus novias, hermanas, amigas, tías, primas, etc. Después, cogió un sobre y, junto con la foto de María, metió las cincuenta y siete fotos que había recolectado de sus amigos y escribió una nota que decía:

- «Querida María:

Perdóname, pero no puedo recordar quién coño eres. Así que, busca tu foto en el paquete y, por favor, devuélveme el resto».

(Relato extraído del Libro de la Vida)

Si lo que empieza bien, a veces, suele terminar mal, ¿por qué el que mal anda no puede acabar bien? Resulta difícil, si no imposible, eliminar los recuerdos que se amontonan a lo largo de la vida pero es preciso esforzarse en reducir la probabilidad de que sean revividos, pues actúan como compresas sin alas que impiden lanzarse a la búsqueda de nuevas experiencias. Por eso, es lógico y, ante todo, saludable hacer a los demás responsables de los propios fracasos, aunque en último término, la culpa sea únicamente nuestra, ya que estamos condenados a convivir con nosotros mismos. Tal vez, una salida sea la posibilidad casi nunca posible de vomitar la conciencia para poder entregarse al vicio o al servicio, porque, en ambos casos, al final, a lo que una se abraza es casi siempre a una taza. O sea que, según se están poniendo las cosas, si tu mujer te dice que se va con otro o tu marido que te deja por otra, líate la manta a la cabeza y vete con ellos.