lunes, 24 de noviembre de 2008

EL TAXISTA

Un profesor bastante distraído llegaba tarde a dar su clase. Saltó dentro de un taxi y gritó:

- ¡Deprisa! ¡A toda velocidad!

Mientras el taxista cumplía la orden, el profesor cayó en la cuenta de que no le había dicho adónde tenía que ir. De modo que volvió a gritarle:

- ¿Sabe usted adónde quiero ir?

- No, señor, dijo el taxista, pero conduzco lo más rápido que puedo.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Dada la prisa que gastamos en el mundo en que vivimos, sin necesidad de que nadie nos la meta, no es de extrañar que ni siquiera tengamos tiempo de aprender y acomodarnos a los cambios, y en lugar de asimilar las nuevas vivencias, las sobrescribamos apenas las hemos disfrutado. De ahí que, a menudo, vayamos dando palos de ciego y, olvidando el refrán, nos conduzcamos a salto de mata, como si pudiéramos ejercer de lazarillos de alguien distinto de nosotros mismos. Por eso, resulta «no sé cómo» que alguien que no sabe quién es ni lo que quiere ser, se autodefina como progresista pues no hace falta correr tanto cuando no se va a ninguna parte, quizá porque se ignora de dónde se viene. Con todo, siempre será mejor ir hacia delante pero mirando de reojo, por si las moscas, y dándose la vuelta, de vez en cuando y con disimulo, no sea que, si te descuidas, te den por .… chulo.

domingo, 9 de noviembre de 2008

AGENCIA MATRIMONIAL

Un individuo acudió a una agencia matrimonial.

- ¿Es aquí donde hacen bodas?, preguntó.

- Sí, aquí es.

El tipo tomó entonces una fotografía de una hermosa joven de veinticinco años y dijo:

- Me quedo con ésta.

- Lo siento, señor, pero no puede ser. Tiene usted que llevarse a esta otra dama, le dijo el director de la agencia, a la vez que le mostraba la fotografía de una mujer de cincuenta años.

- ¿Y por qué he de quedarme con ésa?

- Por razones de antigüedad, contestó el director.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Nada es bueno ni malo, mejor o peor porque sí y, de un modo u otro, todo lo que es ha empezado alguna vez y no hay razón para que sea siempre de la misma manera pues el hecho de creer en algo no lo convierte sin más en verdadero. No obstante, las personas acostumbramos a generar absolutos, y eso resulta especialmente delicado en las relaciones interpersonales y en las cuestiones de carácter ético o moral, ya que la elección de unos acaba convirtiéndose en una imposición para otros. Es preciso aprender a deconstruir la realidad haciendo posible que el vicio y la virtud puedan ser contenidos intercambiables porque, puestos a comparar, si te has de emparejar, da igual la modalidad, te tiene cuenta …….… o pagar.