viernes, 15 de febrero de 2013

EL TEOREMA

Pitágoras no paraba mucho en su casa, y Enusa, que así se llamaba su esposa, aprovechaba tal situación para acostarse con los cuatro campesinos analfabetos que cuidaban sus tierras.
Un día que Pitágoras volvió temprano a casa, les sorprendió, mató a los cinco de un solo golpe y decidió enterrarlos en el jardín.
En consideración a su mujer, dividió el terreno por la mitad y la enterró en uno de los lados. El otro lado lo partió en cuatro trozos y enterró en ellos a los campesinos analfabetos. De esa forma, los cuatro ocupaban un espacio idéntico al que ocupaba la esposa.
Luego subió a la montaña para recapacitar sobre lo que había hecho y, observando desde la cima, encontró la solución:
«El cuadrado de la puta Enusa era igual a la suma de los cuadrados de los catetos».

 (“Extraído del Libro de la puta vida”)

Algunas personas, grupos o sociedades proponen, disponen y, cuando no, imponen maneras de pensar, sentir o hacer que podrían ser válidas para determinados momentos, pero está por ver que sean las únicas o necesariamente aceptadas pues, además, con bastante frecuencia, suelen ser equivocadas. Y hay situaciones en las cuales están tan sumamente enquistadas las posiciones que, no se puede o no sirve de nada modificar las reglas y, por tanto, se hace preciso romper el tablero y/o cambiar de juego. ¿Hasta cuándo se puede aguantar que unos pocos sigan enganchados a la teta mientras otros muchos se vayan quedando en la cuneta, sobre todo, teniendo en cuenta que ni las ocasiones perdidas ni los tiempos pasados pueden ser recuperados? Saber que, una vez terminada la partida, tanto el rey como el peón vuelven a la misma caja, no consuela y ni siquiera relaja. Como tampoco tiene sentido cerrar los ojos creyendo que no va contigo porque si vas a ciegas, ya se sabe, mierda que pisas u ostia que te pegas.

miércoles, 13 de febrero de 2013

LA REUNIÓN

Un zoófilo, un sádico, un asesino, un necrófilo, un pirómano y un masoquista estaban sentados en el jardín de un hospital psiquiátrico, sin saber cómo ocupar su tiempo.
Aburrido, el zoófilo comenta:
- ¿Y si nos follamos a un gato?
Entonces, el sádico dice:
- Sí. Nos follamos a un gato y después lo torturamos.
A eso, añade el asesino:
- Vamos a follarnos un gato, lo torturamos y después lo matamos.
Dice el necrófilo:
- Nos follamos a un gato, lo torturamos, lo matamos y luego nos lo follamos otra vez.
Y apunta el pirómano:
- Vamos a follarnos a un gato, lo torturamos, lo matamos, nos lo volvemos a follar y le prendemos fuego.
Se hace un repentino silencio y, mirando al masoquista, todos le preguntan:
- Y tú, ¿no dices nada?
A lo que el masoquista contesta:
- Miau.

 (“Extraído del Libro de la puta vida”)

Aún en los peores momentos de una situación de crisis, la gente tiende a suponer que, mientras tenga vida, hay partida y a pensar que igual pasado mañana le puede ir menos mal que antes de ayer. Pero la realidad es más que tozuda: ante la duda, nunca se le debe meter mano a la más tetuda, y la verdad, siempre es probable empeorar. Porque, salvo excepciones de muy contadas ocasiones, te empiezan dando por saco para después tocarte los cojones. Y, si estás de enhorabuena, ya metidos en faena, con más o menos disimulo, te acaban dando por culo. Pues nadie nace sabiendo y, cuando crees que has aprendido, ya no te dejan. Al final, cuando te vas a poner al tema, no vales ni para tirar de la cadena. Por eso, aunque veas que ellos roban mientras que tú pagas, no des la batalla por perdida porque entonces seguro que la cagas y recuerda que casi todo tiene cabida y casi siempre hay más de una salida. Así es que, hagas lo que hagas: ponte bragas.