martes, 31 de agosto de 2010

LAS HUELLAS

Érase una vez un hombre que tenía miedo de sus huellas. De modo que, en lugar de caminar, se puso a correr, con lo que únicamente consiguió aumentar el número de sus huellas. Lo que tendría que haber hecho era detenerse.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Por paradójico que nos parezca, el ser humano es limitado en sus posibilidades pero no en sus aspiraciones, y eso le suele llevar a anhelar constantemente nuevas experiencias, indagar otras formas y tratar de anticipar sus vivencias. El resultado casi siempre es una senso-percepción de frustración que aumenta el sentimiento tanto de necesidad como de insatisfacción. Tal vez lo más acertado sería suprimir los afanes producidos por el deseo de modo que, aunque no se llegue a ser un poco más dichoso, se consiga un estilo de vida menos tenso y desventurado. Por eso, convendría recuperar esa actitud infantil que, en lugar de generar expectativas o esbozar hipotéticas proyecciones de futuro, vive cada momento como si fuera un feliz descubrimiento, capaz de sorprender y hacer aflorar la emoción. Sé, pues, realista, busca lo imposible y hasta lo improbable, y piensa que si no encuentras la solución, es porque quizás seas parte del problema.

martes, 10 de agosto de 2010

EL LIMPIA-VENTANAS

El Maestro vivió durante una temporada, poco después de casarse, en el décimo piso de un edificio de apartamentos. Un día, cuando su joven mujer salió de la ducha para coger una toalla, vio que al otro lado de la ventana estaba mirándola fijamente el encargado de limpiar los cristales del edificio. Ella se quedó como clavada en el suelo, incapaz de mover un solo músculo, debido a la sorpresa.
Al cabo de un minuto, el individuo rompió el hechizo:
- ¿Qué pasa, señora? ¿Nunca había visto a un limpia-ventanas?  
(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)
Resulta una obviedad afirmar que el hecho de participar en una misma situación no significa que las personas implicadas en ella la analicen e interpreten desde una posición compartida. De esta manera, el recuerdo dichoso de lo vivido puede llevar a recrearse en la contemplación de las huellas de un ayer que se antoja cercano y se rememora con cariño, pero la experiencia, casi siempre amarga, de lo perdido empuja a pasar página, arrojándose al olvido, y a mirar al incierto futuro, aunque sea con un andar renqueante e inseguro. Y es que la felicidad no es una mera cuestión de cantidad o de perspectiva, en función de que se considere que el vaso está medio lleno o casi vacío. Lo fundamental radica en si se es o no feliz, es decir, si se ve o no a través del vaso, sobre todo, cuando se vive en un mundo de plástico en el que lo único que se recicla realmente son los propósitos sin cumplir y los deseos por satisfacer. Vamos, que no te puedes parar porque todo tiempo pasado fue, como todo el mundo sabe, anterior y porque detrás de un hombre puede haber una mujer… u otro hombre.