lunes, 20 de diciembre de 2010

EL NACIMIENTO

Un hombre se encontraba en la sala de espera de una clínica de maternidad. La enfermera se acercó y le dijo:
- Sé que usted esperaba un niño pero siento decirle que ha sido niña
Y el padre replicó:
- Bueno, la verdad es que no me importa demasiado porque ya suponía yo que, si no era niño, iba a ser niña.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Sea o no consciente de ello, la mayoría de la gente transita por un mundo tan sumamente polarizado como presuntamente ideologizado en el que muy a menudo se ve obligada a manifestar una adhesión incondicional cuando no inquebrantable a unos postulados que parece que siempre han estado ahí sin que nadie los haya inventado. Cuando se analiza cómo son las cosas o las personas se puede llegar a entenderlas y si valoramos por qué son de una determinada manera entonces nos hacemos capaces de comprenderlas, sin que eso implique una justificación o tomar partido por una opción. Y es que la única realidad que se ha de considerar como naturalmente dicotómica es el sexo y todo lo demás admite no sólo diferentes grados sino también su negación y su contrario, ya que se puede no ser rica, inteligente, femenina o agraciada sin que eso suponga necesariamente ser pobre, idiota, marimacho o desdichada. Así pues, yo no sé si voy o vengo ni si por el camino me enredo o me entretengo porque los que no saben pensar llaman al entretenimiento felicidad y para aquellos que se creen felices el aburrimiento es su enfermedad.

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