sábado, 5 de julio de 2008

EL LEÑADOR

Un individuo fue contratado por un investigador, el cual le condujo a un patio, le dio un hacha y le dijo:

- ¿Ve usted ese tronco? Pues bien, quiero estudiar en usted todos los movimientos que se ejecutan para cortarlo… Sólo que deberá emplear el lado romo del hacha, no el filo. Le daré cien euros por hora.

El hombre creyó que aquel tipo estaba loco, pero la paga parecía excelente, de manera que se puso manos a la obra. Sin embargo, dos horas más tarde le dijo:

- Lo siento, señor, pero abandono…

- ¿Qué pasa? ¿No está usted conforme con la paga estipulada? ¡Le daré el doble!

- No es eso, dijo el otro. La paga está bien. Lo único es que, cuando corto leña, estoy acostumbrado a ver volar las astillas.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Al parecer, hay determinados aspectos en nuestra vida y en la de los otros que no nos gustan, pero que no tienen otra forma de ser distinta de la que acostumbramos a ofrecer de manera que, por mucho que nos empeñemos en modificarlos, tan sólo conseguimos acumular fracasos, o lo que es peor, frustrarnos. La propuesta, como siempre, es más fácil para aconsejarla a los demás que para aplicarla en las propias carnes, a saber: ser y dejar ser diferente de manera natural, sabiendo que lo urgente no es siempre lo más importante ni lo importante es siempre tan urgente. Así que, ¡quieto, rayo!.

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