Un individuo fue contratado por un investigador, el cual le condujo a un patio, le dio un hacha y le dijo:
- ¿Ve usted ese tronco? Pues bien, quiero estudiar en usted todos los movimientos que se ejecutan para cortarlo… Sólo que deberá emplear el lado romo del hacha, no el filo. Le daré cien euros por hora.
El hombre creyó que aquel tipo estaba loco, pero la paga parecía excelente, de manera que se puso manos a la obra. Sin embargo, dos horas más tarde le dijo:
- Lo siento, señor, pero abandono…
- ¿Qué pasa? ¿No está usted conforme con la paga estipulada? ¡Le daré el doble!
- No es eso, dijo el otro. La paga está bien. Lo único es que, cuando corto leña, estoy acostumbrado a ver volar las astillas.
(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)
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