domingo, 13 de julio de 2008

EL ASTRONAUTA

Un astronauta, interrogado acerca de cómo se sentía al regresar de un viaje espacial en el que había recorrido quinientas veces una órbita alrededor de la tierra, respondió:

- ¡Agotado! ¡Figúrense las veces que he tenido que recitar las oraciones de la mañana, del mediodía, de la tarde y de la noche que prescribe mi religión!.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

De la misma manera que las creencias tradicionales recurren a la sutileza de conceptos como conciencia, culpa o pecado para autorregular y controlar el comportamiento de sus fieles, también las diferentes manifestaciones de la religión civil intentan fijar la conducta de sus devotos ciudadanos, aunque sea preciso hacerlo a golpe de decreto. Por eso, en una época en la que está mejor visto desobedecer a Dios antes que a los hombres, si tengo que elegir entre funcionarios de ventanilla o de confesonario, me quedo con aquéllas que nos precederán en el reino de los cielos pues no ponen tantos reparos a la hora de prestar sus servicios. Con todo, considerando lo cansada y cansina que puede resultar la práctica religiosa, incluso en su versión más laicista, pienso que es más recomendable vivir «como dios» que trabajar en su obra ya que pocos son los llamados y muchos más los desencantados.

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