martes, 31 de agosto de 2010

LAS HUELLAS

Érase una vez un hombre que tenía miedo de sus huellas. De modo que, en lugar de caminar, se puso a correr, con lo que únicamente consiguió aumentar el número de sus huellas. Lo que tendría que haber hecho era detenerse.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Por paradójico que nos parezca, el ser humano es limitado en sus posibilidades pero no en sus aspiraciones, y eso le suele llevar a anhelar constantemente nuevas experiencias, indagar otras formas y tratar de anticipar sus vivencias. El resultado casi siempre es una senso-percepción de frustración que aumenta el sentimiento tanto de necesidad como de insatisfacción. Tal vez lo más acertado sería suprimir los afanes producidos por el deseo de modo que, aunque no se llegue a ser un poco más dichoso, se consiga un estilo de vida menos tenso y desventurado. Por eso, convendría recuperar esa actitud infantil que, en lugar de generar expectativas o esbozar hipotéticas proyecciones de futuro, vive cada momento como si fuera un feliz descubrimiento, capaz de sorprender y hacer aflorar la emoción. Sé, pues, realista, busca lo imposible y hasta lo improbable, y piensa que si no encuentras la solución, es porque quizás seas parte del problema.

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