viernes, 23 de abril de 2010

EL MONJE

Un contrabandista, que huía de la policía, pidió a un monje con fama de santo que le escondiera la mercancía porque, dada su reputación, nadie sospecharía de él. El monje se irguió indignado y ordenó al tipo que abandonara el monasterio al instante.

- ¡Te daré cien mil dólares por el favor!, le dijo el contrabandista.

El monje dudó ligeramente antes de negarse.

- Doscientos mil…

Pero el monje volvió a rechazar la oferta.

- ¡Quinientos mil!

Entonces el monje esgrimió amenazante un grueso bastón y le gritó:

- ¡Marcha de aquí ahora mismo: estás acercándote demasiado a mi precio!.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

La inmensa mayoría de la gente o más, pensando que le hace un bien a su conciencia, tiende a recordar los buenos momentos pasados y trata de olvidar, con mayor o menor fortuna, los malos ratos vividos. Es más, hay quien cree que el primer paso que se da es muy importante porque hace posible la continuación del camino. Y no falta quien considera también que es mejor valorar cómo han transcurrido los acontecimientos que centrarse en los resultados que se obtienen de ellos. Pero es casi seguro que todos podemos contar experiencias en las que, siendo positivas en conjunto, al remate, aparece alguno que lo jode, eres tú misma quien la cagas, o se acaban imponiendo las circunstancias, a pesar de lo que hagas. Y, en esas ocasiones, se te queda una jeta parecida a la que ponen aquellos que un día descubren que, en lugar de caérseles el pecho, se les sientan las tetas. Lo que está claro es que se aprende sólo después de hacer y no antes. Por eso, ante la duda, siempre es mejor actuar, ya que a partir de los cuarenta, por más que nos empeñemos, todos pertenecemos al sexo débil.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida es un inmenso teatro al que nos arrojan cuando nacemos sin ningún tipo de contemplación.Una vez atrapados en el mismo, tan solo nos queda inventarnos el guión de nuestra vida, siendo conscientes de que cuando interpretamos un papel, estamos rechazando todos los demás . Con lo cual, son nuestras decisiones las que nos diferencian del resto de las personas, y por lo tanto, lor resultados de nuestras acciones son los que marcarán nuestros pasos, y dejarán huella en el camino, por los siglos de los siglos....!!Amén!!!

Anónimo dijo...

al final poco cuenta dónde dejas huella, salvo lo que aprendes de ti misma y para ti misma. Los demás pueden apreciar lo que quieran y como quieran... ¿será "el sexo débil"? o será que al final una siempre duerme sola...

Anónimo dijo...

Te pasas la primera parte de tu vida aprendiendo lo que tus padres te enseñan y todo el resto, intentando quitartelo de encima. ¿Soy horrible por no querer parecerme a mi madre? No lo se, pero si me vuelco en no hacer algunas cosas de cierta manera, pierdo de vista las demás y acabo haciéndolas peor. Aprendemos a vivir viviendo y a mí se me hace corto, no me da tiempo. He aprendido a perdonarme y últimamente mi frase favorita es "no soy obligatoria" por lo que... al que no le guste, que me olvide.