martes, 24 de marzo de 2009

LA CONFESIÓN

Una mujer muy religiosa le dijo al Maestro que había tenido que confesarse aquella misma mañana.

- No puedo imaginarte cometiendo un pecado grave, dijo el Maestro. ¿De qué te confesaste?

- De que un domingo no fui a misa por pereza; de que una vez maldije contra el jardinero; y de que otra vez eché de casa a mi suegra durante una semana.

- Pero eso fue hace cinco años, ¿no es así? Seguro que desde entonces ya te habías confesado…

- Así es. Pero lo repito cada vez que me confieso porque me gusta recordarlo.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

Nadie consigue parar el tiempo por más que se empeñe en conservar unos recuerdos que solamente subsisten como pelusas en los rincones de la memoria. Pero, aunque no se pueda cambiar el pasado, conviene que sea enmendado pues no tiene ningún sentido aferrarse a los errores cometidos. Por eso, no me pesa lo que he sido ni me arrepiento de lo que ahora soy, pero sí de muchas de las cosas que he hecho y de casi todo lo que he dejado de hacer. Y, todavía hoy, me sigo preguntando de dónde coño sacará las pelas la luna para salir todas las noches.

1 comentario:

Pe. Ângelo (Ángel D.) dijo...

No sabes lo que me gustaría a mí no parar el tiempo, sino rebobinarlo, para enmendar todo aquello que hice mal o para hacer algunas cosas que, sin estar mal, ahora las haría de otra forma. Pero tengo que vivir con lo que hice o dejé de hacer. Intento aprender del pasado, para no repetir los mismos errores y para repetir en los aciertos. Aunque no es una terea fácil. Yo también soy muchas veces de los que se recrean en las pelusas.

Un saludo, Burka, y otro para tu dueño. A ver si me acerco un día ahaceros una visita.