miércoles, 10 de junio de 2009

LA HELADA

Un hombre es despertado por los codazos de su mujer:

- Levántate y cierra la ventana que ahí fuera está helando.

El hombre lanza un suspiro y dice:

- ¡Por Dios bendito! Si cierro la ventana, ¿va a dejar de helar?.

(“Un minuto para el absurdo” A. De Mello)

¿De qué te sirve ser sujeto de derechos si, para que se hagan efectivos, tienes que elegir a otros que los declaren legalmente reconocidos? Es la gran falacia de nuestra democracia, convertida en un sistema de control social, basado en la prevención y la presunción, que intenta convencernos de que somos iguales para que no nos demos cuenta de que no somos libres. Las elecciones son un mecanismo a través del cual la gente renuncia a decidir por sí misma, transfiriendo ese poder a estructuras partidistas que son esencialmente irresponsables ante aquellos que les han votado. Por tanto, quienes no tienen razón para quejarse son los que con su voto se empeñan en hipotecar periódicamente su libertad y recriminan a los demás porque no se dejan engañar. Así que no me queda más consuelo que, evocando la plegaria que presidía uno de los baños de la facultad en la que me examiné en aquellos años, invitarte a dar las gracias, hermano, si no tienes en el culo lo que yo allí tenía en la mano.

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